viernes, 10 de junio de 2011


Impresionismo se aplica en diferentes artes como en la música y la literatura, su vertiente más conocida, y aquélla que fue la precursora, es la pintura impresionista. Este movimiento se desarrolló a partir de la segunda mitad del siglo XIX en Europa, principalmente en Francia. Este movimiento es considerado el punto de partida del arte contemporáneo y se caracterizó, a grandes rasgos, por el intento de plasmar la luz. 

El Impresionismo se corresponde con una transformación social y filosófica; por un lado, el florecimiento de la burguesía, por otro, la llegada del positivismo. La burguesía, como nuevo fenómeno social, trae sus propios usos y costumbres; unos afectan al campo, que deja de ser lugar de trabajo para convertirse en lugar de ocio: las excursiones campestres. Es el mundo retratado por Monet y Renoir. La ciudad, por el contrario, se convierte en nuevo espacio para la nueva clase social: aparecen los flanneurs, paseantes ociosos que se lucen y asisten a conciertos en los boulevares y los jardines de París. También cobra relevancia la noche y sus habitantes, los locales nocturnos, el paseo, las cantantes de cabaret, el ballet, los cafés y sus tertulias. Es un mundo fascinante, del cual los impresionistas extraen sus temas: en especial Degas o Toulouse-Lautrec. 

Los impresionistas escogieron la pintura al aire libre y los temas de la vida cotidiana, parten del análisis de la realidad, muestra la percepción visual del autor en un momento determinado, la luz y el color real que emana de la naturaleza en el instante en el que el artista lo contempla, y ofrece una ilusión de la realidad al aplicar directamente sobre el lienzo pinceladas de colores cortos y asociadas. Se centraron en los efectos que produce la luz natural sobre los objetos y no en la representación exacta de sus formas ya que la luz tiende a difuminar los contornos. Los impresionistas eliminaron los detalles minuciosos y tan sólo sugirieron las formas, empleando para ello los colores primarios (azul, rojo y amarillo) y los complementarios (naranja, verde y violeta).

La innovación de la fotografía atrajo también a los pintores impresionistas por su capacidad de inmediatez e instantaneidad, por la posibilidad de captar un momento determinado, un instante fugaz, ya sea de luz, tiempo o acción; por las composiciones y encuadres desacostumbrados, con figuras recortadas; por el tratamiento de la luz, fijando matices y efectos de un momento concreto, convirtiendo en definitivas sensaciones de fugacidad. 

La fotografía estimuló a los impresionistas para elaborar audaces composiciones, como figuras en contrapicado, o escenas incompletas que ayudaban a crear el efecto de inmersión del espectador en la escena, dando la sensación de que el cuadro se extendía más allá de los límites del marco.

martes, 7 de junio de 2011

Vista del Ávila desde El Country Club

Autor: Manuel Cabré.
Fecha: 1966.
Colección Particular.
Tamaño: 54 x 73 cm.   
Técnica: Óleo sobre lienzo.

Manuel Cabré fue un notable pintor de la Escuela de Caracas. Está considerado como uno de los grandes maestros del paisaje venezolano. Su obra se caracteriza por la monumentalidad del espacio y por la precisión en la representación a distancia, lo que antecede, desde la década del 40, al hiperrealismo.

Muñeca

Autor: Armando Reverón.
Fecha: 1940.
Colección: Fundación Museos Nacionales en Caracas, Venezuela.
Tamaño: 161 x 72 x 24,5 cm.
Materiales: Tela, pintura, fibras vegetales (pabilo y algodón), alambre, semillas y papel.

Las muñecas de trapo de tamaño real son imágenes femeninas que despertaron y cobraron forma en el imaginario reveroniano ya en la edad madura del artista, esta obra representa el lado más oscuro e inquietante de Reverón. Su multiplicidad y riqueza no está sólo en sus posibles contenidos simbólicos referidos al mundo interior de su creador; como obras de arte su significación es igualmente variable y compleja: su sentido se desplaza desde la expresión tridimensional, escultórica, que constituye su primera forma de aparecer en el tiempo de creación del artista las cuales creó para ser utilizadas en sus pinturas como modelos, ya que carecía de dinero para pagar a modelos reales.

Uveros

Autor: Armando Reverón.
Fecha: 1934. 
Tamaño: 53 x 64 cm.
Técnica: Óleo sobre tela.


Es considerado el mejor pintor de Venezuela del siglo XX, se interesó profundamente por la acción de la luz sobre las formas. Entusiasta del impresionismo francés, su pintura evolucionó a la abstracción y el simbolismo. Los temas preferidos fueron el paisaje y el desnudo femenino. La obra de Reverón es conocida por estar repleta de imágenes desdibujadas, con un trazo diáfano, casi borroso. Al pintar el artista no reproduce el paisaje; ni siquiera se fija en los detalles de la escena que tiene enfrente. Reverón trata de reproducir el aire, la luz, la atmósfera y la sombra. Su pintura se divide en tres períodos, azul, blanco y sepia. Está influenciada por Francisco de Goya de quien fue gran admirador.

Paisaje del Ávila

Autor: Manuel Cabré.
Fecha: 1964.
Expuesto en: Museo de Arte Contemporáneo Sofía Imber en Caracas, Venezuela.
Tamaño: 54 x 68 cm.
Técnica: Óleo sobre lienzo.

Manuel Cabré es reconocido como uno de los más importantes artistas venezolanos, está considerado como el pintor de El Ávila y del Valle de Caracas. Este importante artista de la historia contemporánea realizó aportes en el campo de la renovación estética, la pedagogía artística y la producción plástica. Su carrera ha sido una de las más fecundas del arte venezolano.

Los paraguas

Autor: Pierre Auguste Renoir.
Fecha: 1883.
Expuesto en: Galería Nacional de Londres.
Tamaño: 180,3 x 114,9 cm.
Técnica: Óleo sobre lienzo.

Dejando de lado los paisajes, Renoir se interesa por recuperar la figura, representando escenas de vida cotidiana en las que recoge el mundo que le rodea: los bailes o una tarde de lluvia. En esta ocasión, las figuras se distribuyen sabiamente por la tela, disponiéndose en diferentes planos paralelos en profundidad y cortados en sus laterales por influencia de la fotografía. El ambiente grisáceo del momento no resta alegría a la escena, especialmente por la figura de la joven de primer plano que dirige su mirada al espectador y la niña que sostiene el aro, mirándonos también de manera cómplice. Abunda el azul-morado en una composición en la que contrasta el tratamiento geométrico de los paraguas con la suavidad de las figuras.

El columpio

Autor: Pierre Auguste Renoir.
Fecha: 1876.
Expuesto en: Museo de Orsay en Paris, Francia.
Tamaño: 92 x 73 cm.  
Técnica: Óleo sobre lienzo.

En esta bella escena Renoir se interesa por mostrar la distribución de luces y sombras en un día soleado. Las figuras intentan alejarse del sol pero los rayos penetran a través del follaje de los árboles, creando interesantes efectos de luz y sombra. La luz refuerza la intensidad de los colores mientras que la sombra se convierte en tonos malvas diseminada a través de las figuras y del escenario, recurso muy habitual en el Impresionismo. Los personajes tienen contornos difusos por el efecto atmosférico, creando una sensación de aire que impide ver con nitidez. El efecto de instantaneidad también ha sido soberbiamente creado, dando la impresión de que el espectador escucha la conversación entre el hombre de espaldas y la mujer que se columpia. La pincelada es rápida, con toques empastados que en algunas zonas se convierten en manchas.

Clase de danza

Autor: Edgar Degas.
Fecha: 1873-75.
Expuesto en: Museo de Orsay en Paris, Francia.
Tamaño: 85 x 75 cm.
Técnica: Óleo sobre lienzo.

Quizá sea ésta la escena de ballet más popular de Degas. En ella recoge uno de los salones del Teatro de la Ópera de París, donde dirige la clase el gran Jules Perrot, quien a sus 64 años era uno de los maestros más prestigiosos. A su alrededor gira la escena que contemplamos, formando las bailarinas un círculo imperfecto para escuchar los consejos y observaciones del ya legendario bailarín. En primer plano se sitúa una joven de espaldas y otra subida en el piano, rascándose la espalda, vale la pena observar en detalle el asombroso realismo de esto. Al fondo se sitúan las butacas reservadas para las madres que vigilaban la actuación individual de sus hijas. El gran protagonista del lienzo no es el anciano profesor sino el magnífico efecto de profundidad, obtenido a través de las líneas diagonales del suelo, la disposición de las bailarinas en el espacio y la esquina del fondo de la sala, que juega con la influencia de la fotografía al cortar los planos pictóricos  vemos una parte del zócalo del techo mientras que en la zona de la izquierda no lo podemos contemplar. La sensación de movimiento es otra de las atracciones del maestro, que coloca a sus personajes siempre en diferentes posturas. Por supuesto, no debemos olvidar el interés por la luz, en este caso un potente foco de luz procedente de las ventanas de la derecha una de las cuales se refleja en el espejo, dejando ver el cielo de París que inunda la sala. Precisamente es la luz la que crea una sensación atmosférica especial, diluyendo los contornos de las figuras y otorgando aire al espacio. La mayoría de las escenas de danza de Degas muestra el esfuerzo y el intenso trabajo de las muchachas por poner una obra en escena. Se convierte de esta manera en el pintor de lo que hay al otro lado del telón, del maravilloso mundo del aprendizaje, más que del esplendor del espectáculo.

Bailarinas detrás del escenario

Autor: Edgar Degas.
Fecha: 1898.
Expuesto en: Museo de Bellas Artes Pushkin en Moscú, Rusia.
Tamaño: 66 x 67 cm.
Técnica: Pastel.

En ocasiones Degas empleó fotografías para realizar sus obras. Las modelos eran fotografiadas en su estudio y luego se basaba en esas placas para componer imágenes tan atractivas como ésta que aquí contemplamos. Son cuatro bailarinas las protagonistas, en diferentes actitudes; mientras una estira sus brazos, dos de sus compañeras se colocan el vestido y la cuarta parece agacharse para atarse las zapatillas. De nuevo recurre a una perspectiva alzada, viendo a las figuras desde un lugar bastante elevado. El color dominante es el azul, con diferentes tonalidades, mezclado en algunas zonas con varios colores. La fuerte iluminación de la escena provoca interesantes contrastes entre zonas de luz y sombra, mostrando la atracción del artista por la iluminación teatral. El efecto fotográfico se muestra al cortar los planos, ofreciéndonos una imagen sesgada de la realidad.